Mi desilusión en Rusia

En 1919 Emma Goldman fue finalmente expulsada de EE.UU. y deportada a la Rusia bolchevique. En la audiencia en la que se trataba de su expulsión, un joven J. Edgar Hoover, presidente entonces del Departamento de Justicia y futuro jefe del FBI, la calificó como «una de las mujeres más peligrosas de América”. Con la expulsión empezaba una etapa que la llevaría a moverse durante dos años con absoluta libertad por la Rusia revolucionaria y a sumergirse en el entorno bolchevique. Llegó ilusionada, pero fue desengañándose paulatinamente, a medida que vivía los acontecimientos, llegando a la conclusión de que la esencia de la Revolución estaba siendo traicionada. Comprobó que el proyecto que veía no coincidía con su idea de lo que debe ser un proceso revolucionario. La represión política, la burocracia y los trabajos forzados en los años posteriores al triunfo de la Revolución rusa contribuyeron en gran medida a cambiar las ideas de Goldman sobre la manera de utilizar la violencia. La marginación y persecución de los anarquistas fueron elementos determinantes de su decepción. Durante esos dos años que pasó en Rusia (1920-1922) convivió con dirigentes bolcheviques y trató especialmente a anarquistas como Piotr Kropotkin, a cuyo entierro asistió en 1921. La puntilla final fue cuando participó en la sublevación anarquista de Kronstadt, un hecho que supuso la ruptura del último lazo que la unía a los bolcheviques. Disconforme con lo que veía como un fuerte autoritarismo soviético, se instaló definitivamente en Canadá.

Autor: Emma Goldman

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