Sustantivo tótem en la obra huertiana, el cristal simboliza –como para los poetas del Siglo de Oro español– una firmeza transparente, que a un tiempo permite ver y contener las materias del mundo. Y no sólo eso: ya azogado, dicho cristal refleja el mundo visto y contenido. ¿A qué otra cosa equivaldría la escritura sino a un juego de espejos enfrentados, donde las superficies reflejantes son honduras reflexivas? De ahí que David Huerta prefiera “No escritura sino cristal / detrás del que la mano desmenuzaba inmateriales trituraciones / y abstraía, cortaba, refinaba los tajados ladrillos de las ideas”. Con su maestría acostumbrada, Huerta desmenuza, abstrae, corta y refina el cristal de sus múltiples hallazgos. Versos que corren de la plaza pública a la celebración amorosa y al ensayo personal; odas a la “morada perdurable” del cuerpo y elegías sobre “el avance zurdo / de la muerte”; epigramas sobre la vida literaria y “viñetas fantasmales” del paisaje interior; endecasílabos sinfónicos y apuntes fragmentarios de cámara; “poemas encontrados” en los sitios más inverosímiles de la biblioteca y poemas donde el lector se acoge a la fastuosa hospitalidad de una voz íntima y civil: todo ello compone este nuevo catálogo de asombros. El cristal en la playa no sólo es una muestra mayor de la poesía de Huerta; es, asimismo, una asombrosa refracción de su prisma inagotable. A casi cincuenta años de El jardín de la luz, su primer libro publicado, David Huerta se consolida como uno de los poetas esenciales de nuestra lengua y nuestro tiempo.
Autor: David Huerta
Precio: $65,000