Cuando un intelectual, sea científico o filósofo, o sea, mejor aún, sabio, en el sentido integral y profundo de este término venerable, logra pensar lo que antes era impensable y de ese modo hacerlo pensable para el porvenir, ha enriquecido definitivamente la cultura con un aporte de consecuencias difícilmente imaginables. En ello se sustenta y por ello se define su calidad de creador. Hasta Piaget, el conocimiento, o más precisamente la cognición, fue pensado a partir de la representación, bien sea que ésta reprodujera el mundo mediada por los sentidos o lo creara por la innata o desarrollada productividad del sujeto. El pensamiento de Piaget, con su insistencia en la creatividad, en los procesos del pensamiento, en la praxis como fuente del conocimiento, en la conducta como novedad permanente del ser humano, en la interdisciplinariedad y complejidad de la ciencia, en la cognición como cualidad diferencial del hombre y, en fin, el mismo ejemplo de su persona en cuanto científico capaz de romper con los esquemas establecidos y renovar sus enfoques hasta el final de su larga vida, introduce en nuestra orientación educativa elementos revitalizadores.
Autor: VV.AA
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